viernes, 13 de marzo de 2009

Rounds



Tres Capitulos de una novela que en algún momento terminaré. El personaje principal está basado en Cobra, la serie de anime de los años ochenta.

Primer Round

Digamos que soy un tipo duro.
De esos que cuesta derrotar, será que casi no siento dolor.
Aunque a veces no soy tan duro.
Hay días en que siento que algo me desgarra el pecho, un animal sediento de mi sangre.
Es dificil vivir con los recuerdos, convivir con ellos cuando ves fantasmas en cada rincón.
Pienso en ello mientras escucho Paint it Black de los Rollings.
Pensar en que medida realmente siento, o será todo autoconvencimiento. Todo una gran mentira autoimpuesta por mi cerebro, para hacerme sentir normal, hacerme sentir especial.
Aún si es autoconvencimiento, molesta. Ese malestar no te lo puedes quitar, esa opresión en el pecho, el estómago apretado de manera constante, esperando un golpe.
Un golpe fisíco que jamás llegará, todo es sicologico.
Tu cuerpo no puede prepararse para golpes sicologicos.
Esa es la gran tortura, ¿Como podría haberme preparado para esto?
No sintiendo, dejando el autoconvencimiento de lado. Sabiendo que soy un tipo frio y que jamás podré ser de una forma distinta.
Duele.
Es como el dolor que tienes luego de una patada en los testiculos, un dolor dificil de localizar.
El dolor está en tu cerebro.
Por eso hay tipos que se dan un Balazo. tratan de quitarse el dolor.
No creo que una bala sea mi solución.
Tampoco juergas y orgías interminables.
¿Por qué?
Por que aún tienes esperanzas de solucionar todo.
Una mierda.
Por que sabes que si te hundes en aquellos brazos sedientos de resguardarte y consolarte, habrás acabado con todo.
¿Es tan malo entregarse?
Si y no, depende lo que quieras.
No me entragaré, pero tampoco esperaré más.
Esa ansiedad de mierda me está comiendo por dentro.
Mientras mis pulmones resoplan como fuelles por exceso de nicotina y alquitrán y mi cerebro no se tranquiliza ni siquiera con THC.
Hace cuatro meses que me dejó por mi pasado, un pasado que jamás volverá, por que en ese tiempo era alguién totalmente distinto.
Por mi pasado, se me hizo mierda el futuro y solo me queda vivir el presente.
Autoconvencimiento o no.
Ésta fue mi primera gran derrota.

Segundo Round

“Me alzo y salto, entre tus dedos sabré caer, ojala que sea cierto que Odio tus dedos...”
Repito como un mantra mientras golpeo el saco de arena.
“Me estiro y espero que algo enrosque tu espalda en Flor, ojala que sea cierto que Odio tu espalda...”
Los sacos de arena no son de arena, están rellenos generalmente de napa.
La zona central es más liviana que la más baja, es donde golpeo.
Golpeo, con todo el odio que puede existir en mi.
Cada vez que me siento así, golpeo el saco.
Golpeo fuerte, mientras siento mis falanges estrujarse al máximo, que con cada impacto tienen la tentación de separarse. La piel sobre los nudillos comienza a ceder, molida entre el hueso y el cuero del saco.
Mis poros se abren dejando escapar el exceso de calor, mi temperatura baja ayudada por el sudor que corre por mi piel.
Mis pupilas se dilatan y la adrenalina comienza a correr entre mis venas.
Basta de auto lamentaciones.
Es tiempo de acción.
Practico boxeo en el gimnasio Rocky, un gimnasio de poca categoría impregnado de sangre y sudor.
Nadie memorable a practicado entre sus muros. Nadie ha logrado renombre entre sus paredes. Nadie se ha hecho famoso, no ha existido ningún gran boxeador.
Solo existía una gran promesa. No era yo, por eso iba a destruirla.
Ni siquiera era chileno, era un ecuatoriano de raza negra, que por aquellas casualidades del destino llegó a la periferia, a entrenar al mismo gimnasio que yo.
No me cargaba que fuera extranjero, ni tampoco que fuese negro. Me cargaba que le dieran un trato especial. Que todos pusieran sus ojos brillantes en él, como personajes de animé, esperando verlo alzar el cinturón del campeonato mundial.
Me cargaba que creyeran que era una mierda distinta de todos.
Su entrenador era conocido en el medio, su entrenador, manager, proxeneta y narcotraficante. Ese tipo era multifacético, si hubiese estado en el renacimiento hubiese sido Da Vinci. Era un tipo gordo, calvo y de brazos peludos, el típico tipejo bajo que siempre está en movidas turbias.
Su joven promesa del Box, no era ni tan joven, ni tan promesa. El ecuatoriano tenía un físico privilegiado para el box, músculos potentes y rápidos, brazos largos y una resistencia que solo da el entrenamiento tenaz y prolongado. Había derrotado a todos por KO.
Era más fuerte y más rápido que yo, por eso también quería derrotarlo. No me gustaba sentirme inferior, aunque lo fuera.
En el gimnasio sabían de mi afición por la química moderna, un termino suave para decir que me gustaba experimentar con drogas psicotrópicas. Por ello nunca fui la promesa, pero acudían a mi para pesar a sus lacayos, pupilos.
Su entrenador había hablado conmigo para concertar una pelea amistosa entre nosotros hace un mes.
Llegué tan borracho a la pelea, que no podía mantenerme en pie, veía al negro inmenso y doble frente a mi. Cualquiera con dos dedos de frente no hubiese peleado conmigo. El negro me hizo morder el piso. Me dio un gancho zurdo que me levanto por el aire, y me hizo caer como un saco, entre risas y finalmente un gutural ronquido. Casi no siento dolor, mi mandíbula estuvo sana en dos días,